“La escuela católica -posee en sus notas características- lo pastoral como una realidad esencial de su
identidad…. Lo pastoral constituye una dinámica mucho más amplia y abarcativa que asume y configura todas
las dimensiones de la escuela –lo pedagógico, lo administrativo, lo organizativo, lo institucional, lo
comunitario, lo social y lo relacional- desde la clave humana y cristiana del proceso evangelizador…. En una
escuela, todo –sin excepción- es inclusivamente pastoral porque corresponde a una identidad, a una forma de
ser y de trabajar, a un estilo propio que genera una atmósfera, a un ámbito que lo impregna con su sello
distintivo…. No hay nada en una escuela que no sea pastoral…”[1]
Por ende la pastoral no es sólo celebraciones litúrgicas, campamentos, convivencias, catequesis, etc, abarca
la vida completa de una Institución Educativa, es su identidad, lo pastoral es todo, lo religioso
específicamente es una parte de ese todo. De aquí se comprende que una comunidad educativa es una comunidad
pastoral porque de la primera se deduce lo relacional, lo pedagógico, lo comunicacional, lo administrativo,
lo social, etc de cada uno de sus integrantes y cada uno, forma parte de esa comunidad que tiene como misión
evangelizar y a la vez ser evangelizada, porque el objetivo de la pastoral es un servicio a Dios en el
hombre y al hombre en su relación con Dios. No se trata de hacer cosas buenas por los demás, sino lo que los
otros necesitan para responder a Dios.
De lo anteriormente dicho se infiere que el sujeto de la pastoral es todo el Pueblo de Dios, es decir, todos
los miembros de la escuela específicamente. Esta responsabilidad no es una concesión hecha al pueblo por la
jerarquía, sino que es un derecho de todo cristiano cuyo fundamento es el bautismo. Esto exige la creación
de estructuras de participación que canalicen y faciliten el cumplimiento de esta responsabilidad de todo el
pueblo cristiano sin excepción. Esta única misión, de la que todos son responsables, cada uno la realiza de
forma diferenciada y específica, es decir, según los roles de cada persona en la Institución.
Esto debe hacerse de manera orgánica y planificada dentro de un proceso de comunión y participación
corresponsable, de modo que cada persona, sea realmente complementaria con las otras, en función de la
realización de la única misión, que se expresa aquí y ahora en objetivos concretos y verificables. Es la
unidad orgánica y dinámica, en función de fines y objetivos a lograr.
Toda pastoral específica, en nuestro caso educativa, se deriva de la pastoral eclesial que se vive en una
Iglesia particular. En nuestra Arquidiócesis de Córdoba el plan pastoral nos invita a asumir el espíritu y
las actitudes que nos dispongan a realizar el Camino Sinodal. Este dinamismo nos introduce en un camino de
diálogo, de encuentro, de escucha a nivel eclesial y por ende nuestro Colegio San José “se siente llamado a
prestar un humilde y amoroso servicio a la Iglesia, haciéndola presente en el campo educativo escolar del
propio contexto, en beneficio de la familia humana”[2]